martes, 8 de marzo de 2011

VUELVEN LAS HISTORIAS A TERRAZA

Año 7

 Edición 121

LA HISTORIA DE RUBEN MENDOZA, EL HEROE DE VILLA DESPENSA.



Rubén era el 8 de Deportivo Mal de Chagas, el equipo más importante del pueblo. Se llamaban así por que rendían culto a lo único relevante que tenía el lugar para ofrecer. El era una pieza clave del equipo, básicamente por que no tenía lesiones en un equipo donde tres tenían reuma, dos jugaban desgarrados, uno tenía los ligamentos rotos y dos más jugaban con Alzheimer, cuando se acordaban.

 Afiche callejero que invita a ver la final que juega Mal de Chagas


La cantidad de incapacidades del resto del equipo lo posicionaron como capitán, ejecutor de tiros libres y penales, en los que se destacaba por su gran puntería: Siempre pegaban en el palo derecho y salían, a punto tal que parecía adrede.

En ese año, 1987, el equipo punteaba la zona y se acercaba a la gran final. Para llegar a ella tenía que ganarle en la última fecha a un equipo vecino, Sportivo Inflación Cero, que jugaba o no dependiendo de los vaivenes inflacionarios de la época. Para suerte de Mal de Chagas, en esa época la economía se puso complicada y Sportivo Inflación Cero apenas pudo concurrir con 8 jugadores, que asistieron al partido en caballo y a carreta.

Deportivo Mal de Chagas ganó apenas 1 a 0 con un gol de penal a los 40 del segundo tiempo teniendo tres jugadores más, lo que dá para pensar que fué bastante complicado o que tuvieron menos juego que un casino de Mar Chiquita.

A medida que se acercaba la final, él se ponía más ansioso. Le hacían cada vez más notas y aprovechaba para hacer gala de su primario completo, lo que le valió el apodo de "académico", por parte de la prensa del pueblo, habituada a jugadores analfabetos.

Dos días antes del partido, el médico del plantel, un veterinario al que le faltaron ocho materias para terminar el segundo año de la facultad, notó su ansiedad y le recomendó tomar unas pastillas populares en la gran ciudad pero desconocidas en la zona. Aparentemente servían para la acidez, pero era lo más potable que el doctor encontró para darle. Estaba ocupado desabotonando a dos perros que se estaban dando máquina y no podía distraerse buscando un remedio más efectivo.

El, que elegía la gente en la cual confiar con la misma efectividad que Susana Giménez elige maridos, confió en el doctor y a falta de una, se tomó siete pastillas, ya que le habían botoneado que no habría dóping. También aprovechó y se comió diecisiete caramelos "Media Hora", habitualmente prohibidos.

Su rival sería "Los Montoneros", un equipo que volvía a competir después de trece años y numerosas bajas que le impidieron mantener un equipo estable.

                               Escudo oficial de Montoneros diseñado por Nike

Por fín llegó el día del partido: Era a las tres de la tarde y la cancha de Mal de Chagas, llamada "Sergio Denis", estaba colmada. De las doscientas personas que habían llenado el estadio había una amplia mayoría de hombres gordos y bastante entrados en copas. El resto estaba borracho.

Rubén arrancó entonado tras mandarse las pastillas. Le tocaba desbordar al 3 mas difícil de la categoría: El Pampa Romero, famoso por voltearse a todos los travestis de La Pampa en una semana. Lo gambeteó tres veces en los primeros minutos y generó sendos centros muy buenos que un Batistuta hubiera facturado. Lamentablemente, el 9 de Chagas lo único que tenía de "El Batigol" era su predilección por los dulces.

         El Pampa Romero, festejando su cumpleaños en la seccional 12


Luego la tendencia se revirtió y Mal de Chagas comenzó a ser acorralado por su rival. Pegaron dos tiros en los palos aprovechando las distracciones del central de Mal de Chagas, que por ser víctima del Alzheimer, tenía momentos en donde recordaba a sus compañeros de primaria y se olvidaba de marcar.

Promediando el segundo tiempo, Montoneros dominaba ampliamente, a punto tal que los volantes por izquierda y derecha se alternaban la obligación de desbordar. Mientras que uno lo hacía, el otro se chamuyaba pueblerinas y les daba su telefono.

La hinchada de Chagas comenzó a impacientarse. Era una hinchada con poca tolerancia, a punto tal de que habían dejado inconsciente de un piedrazo a un número 4 del club a los tres minutos de haber debutado, por un lateral mal hecho. Empezaron a sonar los primeros cantos agresivos, tales como "hay que ganar, hay que ganar, sino el culo van a entregar" y "Estamo' al dente, si hoy perdemo' le' bajamo' lo diente'"

Entonces Rubén tuvo un ataque de hombría que era inusual en él, que hasta fué capaz de correr cuando lo quiso asaltar un chico de once años armado con una bombita de agua. A los 41 minutos del segundo tiempo interrumpió el monólogo futbolístico de Montoneros y luego de gambetear a tres rivales con movimientos propios de un ebrio, se aproximó al área y sacó un zurdazo pedorro. Estaba tan dado vuelta que se olvidó que era derecho. Ese tiro que jamás se le hubiera escapado ni a Burgos contra Chilavert, se terminó colando contra un palo, ante la tardía reacción del arquero.

Ocurrió que el portero de Montoneros se había colgado charlando con el historiador del pueblo. Los nulos ataques de Mal de Chagas durante 75 minutos le permitieron distenderse y ponerse a discutir con el viejo si Perón era de Boca, de Racing o de la Juventus. Rubén no festejó. Algunos llegaron a pensar que ni siquiera se dió cuenta que había convertido, ya que seguía pateando al aire una vez que el gol ya se había consumado.

                     Rubén sigue pateando sin darse cuenta que convirtió

Montoneros se sintió tocado en su orgullo y salió a empatarlo con lo mejor que tenía. Puso en cancha al Negro Mendoza y a Ruben Orlando, dos reconocidos militantes, célebres por haber bajado unos cuantos milícos y por bajarse quince vasos de vino por cena.

La barrabrava de Montoneros, entonando temas peronistas con ritmos ochentosos


Pese a todas las falencias, Mal de Chagas parecía haberse asentado en la cancha y empezó a manejar la pelota. Claro que con todos sus problemas, eso duró poco. Centro a la olla y gol de Montoneros. Se escucharon algunos tiros y se cantaron canciones del General en nuevas versiones, como una como La Marcha Peronista con música de Virus y la canción de Evita Montonera con el ritmo de un tema de Menudo.

Luego del enésimo despeje de la defensa de Chagas, Rubén, que seguía en cancha sólo gracias a la epilepsia de su suplente, se sacó de encima la pelota en mitad de cancha, confundiéndola con un perro que venía a olerlo. El rechazo fué tan potente que recorrió media cancha y se clavó en un ángulo. Otra vez Chagas arriba. Tuvo un instante de lucidez y recordó que tenía una camiseta conmemorativa debajo que se había jurado lucir. Levantó su casaca y ofrendó a todo el estadio su remera que decía "Aguante MAL DE CHAGAS".

El problema es que la misma tenía unos 11 años de antiguedad y unos cuantos lavados, que se habían llevado consigo varias letras de la inscripción. Tuvo una suerte tal que la nueva versión de la remera, revelaba un "Aguante A A A".

Montoneros, acostumbrados a tolerar más los asesinatos de sus miembros que las derrotas deportivas, reaccionaron inmediatamente pelando cuanta arma pudieron. En Chagas, milagrosamente, todos parecieron curarse de las lesiones y corrieron el doble de lo que habían corrido en la final.

Rubén llegó a casa al otro día. Lo mandaron en flete, ya que Montoneros tenía una reunión estratégica en otro pueblo y se lo llevaron consigo para seguir dándole. Pese al dolor, nunca más quiso volver a probar ninguna píldora. Desde aquella experiencia, la única pastilla que consumió fué para lavar la ropa. Es por eso que su ropa siempre luce como nueva y su pulso comienza a temblar al escuchar la palabra "montoneros".

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